¿Cuál es el origen de esta regla? Los aviones turbohélices de pistones solían fallar mucho. Y claro, amerizar en mitad del convulso Atlántico Norte, con un motor, y sin los sistemas de geolocalización actuales, era casi un suicidio. Por ello, solo estaban autorizados a hacer rutas transatlánticas directas los tetramotores de largo alcance y, a partir del DC-10 y el L-1011 del que hablamos en el post, los trimotores de largo alcance.

Por ello Boeing propuso a la FAA (Administración Federal de Aviación) demostrarle que su modelo Boeing 767, a pesar de ser un bimotor, era capaz de cruzar el Atlántico de manera segura. Tras múltiples pruebas operando con un solo motor y demostrar que la tripulación tenía la formación suficiente para operar este tipo de vuelos, se decidió dar una oportunidad.

También se animaron a conseguir licencias parecidas aviones más pequeños (de fuselaje estrechos). En estos casos, mediante winglets para reducir la resistencia y depósitos de combustibles adicionales, consiguieron también cumplir esta nueva regla. Por ello, era costumbre ver a Boeing 757 operando vuelos transatlánticos de poca demanda (como el Nueva York - Málaga de Delta Airlines) y es costumbre ver al Airbus 321 haciendo lo mismo (como el Lisboa - Nueva York de TAP Portugal).
La regla de los 120 minutos es la que suelen seguir la mayoría de vuelos transatlánticos, por motivos de seguridad. Sin embargo, los vientos tienen mucho que decir (tal y como hablamos en este post), y algunos aviones terminaban aterrizando de emergencia, por lo que se decidió dejar en regla de los 138 minutos (15 % más de tiempo, por seguridad).

Información en Aviacionline.com
Información en AertecSolutions.com
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