El 24 de noviembre de 1971, un B727 de Northwest Airlines despega de Portland con destino Seattle.
Poco después del despegue, el pasajero sentado en el asiento 18C (un hombre de unos 45 años, alto, con gafas de sol y vestido casi completamente de negro, que se hacía llamar D.B. Coorper) se acerca a la azafata Florence Schaffner y le dice que se siente al lado suyo, que tiene una bomba en el maletín. También le dice que para no hacerla explotar, tendrán que entregarle 140000 € y dos paracaídas en el aeropuerto de Seattle. Esta se lo comunica al piloto, que a su vez se lo comunica a control y a su vez al FBI.
Cuando el dinero estuvo preparado, el avión aterrizó. El secuestrador manda al piloto que estacione en una parte alejada del aeropuerto. Un trabajador de Northwest , fue el elegido para entregarle el dinero. Después, dejó a los pasajeros y a parte de la tripulación abandonar el avión, mientras era reabastecido. Poco después, despegó rumbo a México DF.
Cooper mandó que el avión volara a 3000 metros, a una velocidad de 320 Km/h, con los trenes desplegados y con 15º de flaps. El piloto le dijo que con esa condiciones solo podía volar a 1600 metros, y empezaron a discutir una nueva ruta. Eligieron volar hacia Reno, donde reabastecería y volvería a despegar (esta vez con la cabina despresurizada) rumbo al oeste de la cordillera de las Cascadas.
Tras despegar, el secuestrador se fue a la parte trasera, abrió la puerta de la cola y saltó con los paracaídas y el dinero. No se sabe donde cayó el secuestrados, se cree que a unos 48 kilómetros al norte del lago Merwin o a unos 32 kilómetros al este de dicho punto. En 1980, un niño de 8 años que estaba se pic-nic se encuentra 4100 € en billete semidestruido al noroeste de Vancouver.
Tras esto, hubo muchos sospechosos: un asesino en masa, un veterano de la II Guerra Mundial, un paracaidista militar, una profesor universitario o Richard McCoy Jr (que 4 meses después secuestró otro B727, esta vez de United, pidiendo unos 350000 € y escapando de la misma forma). Ninguno se ha demostrado, ni se ha desmentido; pero para evitar otros secuestros, las puertas de los aviones incorporan un mecanismo para que no puedan ser abiertas durante el vuelo.
Hoy por hoy, es el único secuestro áereo de los EE.UU. que queda sin resolver.
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