Hace unos días, un Bell 142 de Brigada de Refuerto de Incendios Forestales (BRIF, dependiente del Ministerio de Medio Ambiente) fue robado y llevado de Cuenca a un pueblo de Córdoba, donde lo ocultaron entre balas de pajas. Al día siguiente, fue localizado por la Guardia Civil. Aunque no es algo usual, se han dado varios casos de robo de aeronaves.
Hace dos años, un mecánico de Horizon Airlines robó un DASH 8 de Alaska Airlines del aeropuerto de Seattle. Él solo pudo ponerlo en marcha, hacerlo rodar, despegarlo (sin autorización, claro está) y mantenerlo en vuelo, hasta que se precipitó voluntariamente a los 15 minutos del despegue. Los dos cazas que despegaron para interceptarlo no llegaron a tiempo, y la investigación porterior descartó los intereses terroristas.
Otros casos similares se han venido dando con aeronaves de pequeño tamaño. Pero el robo de la aeronave más grande, y con el destino más misterioso, ocurrió en 2003 en Luanda (Angola). Allí, un Boeing 727 que había pertenecido a American Airlines estaba siendo preparado por los mecánicos para su venta, tras haber sido convertido en un avión cisterna. El avión despegó de Luanda sin ningún tipo de autorización, y puso rumbo suroeste (sobre el Atlántico), con dos mecánicos a bordo. A día de hoy, 17 años después, nadie sabe nada ni del Boeing ni de sus ocupantes.
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